¿La bala de plata?

Publicado el 12 de agosto de 2022

Fuente: EL REPORTE


Aníbal Torres ha llevado a un nuevo nivel su indiferencia al rechazo. El ratificado primer ministro no solo sigue insistiendo en su consigna de deslegitimar a la prensa, la oposición y al sistema judicial. Después que se dispusiera la detención preliminar de Yenifer Paredes, cuñada del presidente, también elevó su frontalidad, sabiendo que esto podría llevar al país a un punto sin retorno. Como si el allanamiento a Palacio hubiera roto el hielo, ha venido convirtiendo a la sede del Ejecutivo en una especie de centro de reclutamiento. Frente a un público —dirigentes sociales de las regiones, de Lima y Callao — dispuesto a todo, Torres organiza una manifestación masiva en defensa del profesor chotano. Incluso dijo que esto implicaría sacrificios, que costaría hasta la propia vida. Detrás de esto, sin embargo, habría una estratégica intención.


El pasado 3 de agosto, siete días después del mensaje a la nación, Aníbal puso su cargo a disposición. Esto fue rechazado por Castillo el 5, fecha en la que presentó a los nuevos miembros de su gabinete. Además de los anticuerpos que generó el retorno de Betssy Chávez (Cultura), los focos cayeron sobre Torres. Su desgastada presencia por sus incontables arrebatos — respaldar la liberación de Antauro Humala, promover la asamblea constituyente, elogiar a Adolf Hitler y hasta poner a las rondas campesinas por encima de las Fuerzas Armadas— había agudizado el cruce de poderes. Pese a eso, continuó, y no solo eso: sacó a relucir su versión más irascible.


La excusa perfecta para estar suelto de huesos fue la disposición del Poder Judicial de que se detenga preliminarmente a Yenifer Paredes por 10 días. La investigada por incurrir en el posible delito de tráfico de influencias, tocó al gobierno que creyó tener una frontera consolidada con la justicia.


Apenas se dio este hecho, el gobierno de forma consecutiva —10 y 11 de agosto— citó a un sinnúmero de dirigentes sociales. De las regiones, de Lima y del Callao. Estuvieron presentes el presidente y algunos ministros. Todos tomaron la palabra, pero el más enérgico, como si ya no tuviera nada que perder, fue el premier, quien hizo entre líneas una declaratoria de guerra. Pidió a todos “que trajeran a Lima 50 personas cada uno” para hacer “arrodillar a los golpistas”. “La vacancia de Castillo es la vacancia del pueblo. Si la vacancia de Castillo es la vacancia del pueblo, ¿lo vamos a permitir?”, agregó.


Con esa misma vehemencia también aseguró que nadie podrá detener al “pueblo” porque “tiene derecho a movilizarse (...) porque Lima no es propiedad de nadie”. Curiosamente, la mayoría hacía eco al unísono de que querían la disolución del Parlamento. Sobre esto, Torres dijo: “El pueblo dice: ‘cierren el Congreso’, ¿le voy a tapar la boca al pueblo?”. Y para cerrar, grave error delator, hizo hincapié en que no le importa si el Legislativo lo censura.


Si esto llega a suceder, si el Congreso pisa el palito y saca de carrera a Torres, dejaría en manos de Pedro Castillo ese recurso que viene cargando desde hace varios meses: la bala de plata, que consiste en la licencia del mandatario para disolver el Parlamento porque este rechazó a dos gabinetes ministeriales. Pero también hay que prever un posible cierre inconstitucional del Congreso, lo cual es un golpe de Estado. Esa sería la batalla final. Estamos advertidos.

 


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