Por Ántero Flores-Aráoz, publicado en La Razón
Muchísimas veces somos desatinados en el uso de los calificativos, defecto que lleva a tener repercusiones importantes e incluso a utilizar adjetivos opuestos a lo que es la realidad.
Uno de los casos a que nos referimos es el de llamar “progres” a personas de pensamiento de izquierda política, con sesgos socialistas, como si fuesen progresistas y promotores del desarrollo pese a que no lo son, con lo cual se les otorga un calificativo indebido que los hace aparecer como progresistas y desarrollistas, cuando ciertamente no es verdad.
Hay quienes sin tener clara formación política e incluso diríamos con notorio desconocimiento de la realidad social, para no hablar de ignorancia, cuando escuchan de los “progres” de inmediato sienten iluminada su mente y piensan en personas progresistas, de avanzada, innovadoras, que desean el desarrollo nacional y el crecimiento del país, para que ello a su vez redunde en la elevación del nivel de vida de todos los peruanos.
Los progres insisten en que el Estado debe ser el conductor de la Economía y que ésa conducción lleve al desarrollo, a la prosperidad y a la igualdad. Todo ello por supuesto suena bien, pero es ajeno a la realidad, pues en la práctica quien desarrolla los países es la actividad privada, que con inversión genera puestos de trabajo y si existe empleo decente y adecuadamente retribuido hay aumento en el nivel de vida de la población y en el bienestar general. Recordemos que debe haber Estado en cuanto sea necesario y actividad privad la mayor posible. El Estado si debe dictar la normatividad que garantice la inversión que crea desarrollo y crecimiento económico, así como estar atento que tal objetivo se cumpla, y cuando ello no sucede establecer los correctivos que sean convenientes.
El pensamiento “progre” y su puesta en práctica han conducido a los países a todo lo contrario de lo que se predica, tanto es así que quienes han aplicado sus teorías, lejos de avanzar han retrocedido, como fácilmente se puede observar en Cuba, en Nicaragua, en Venezuela y en muchos otros países.
La narrativa de los “progres” respecto a la pretendida igualdad es absolutamente irreal, pues si bien todos somos iguales ante la ley, no es menos cierto que la libertad inherente a la naturaleza humana, hace que algunos se apliquen y esfuercen más para prosperar y mejorar la situación de sus familias, mientras que otros, que sin ser necesariamente ociosos, solo hacen lo indispensable, por lo que indiscutiblemente no llegarán a la misma meta de quienes se prodigaron en el esfuerzo o llegarán, de ser el caso, con notable retraso.
Doña Martha Hildebrandt en su libro “1000 palabras y frases peruanas” indica que el apócope de “progresista” o “progre” “…puede tener cierto matiz humorístico o despectivo”, aunque al mismo tiempo se utiliza “…en referencia a cosas relacionadas con actividades de la izquierda política…”.
Como puede haber confusión entre la calificación y la realidad, es hora que dejemos de considerar “progresistas” o “progres” a quienes no lo son, pues más bien son retrógrados e impiden el progreso tan deseado por todos.
Fuente: CanalB
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