Por Carlos E. Gálvez Pinillos, expresidente de la SNMPE
En noviembre 2021, escribí en Lampadia el artículo “Hablemos de gas seriamente”. Han transcurrido tres años y nada se ha movido. Seguimos hablando de la masificación del gas, no hemos hecho nada por impulsar la exploración y en ese proceso, las reservas se han reducido en 46% entre 2014 y la fecha, cayendo su vida de 33 años a sólo 15.2 años, manteniendo una población insatisfecha y no atendida.
Por su lado, la población del Cusco, azuzada por políticos, reclama, que siendo el Cusco la fuente principal de reservas y producción de gas, a ellos no les llega el gas natural y, que el GLP que reciben tiene un altísimo precio, más alto que el de Lima. El ideal sería, tender una red de tuberías de distribución de gas natural de Camisea a las poblaciones del Cusco. El único problema es, que todo el Cusco está plagado de restos arqueológicos y, consecuentemente, es imposible hacer excavaciones para tender esa red de distribución. Este problema, parece no tener una solución.
Una oportunidad clara para masificar el uso de gas y generar beneficios económicos para todos los peruanos, es impulsar la transformación de vehículos de transporte de pasajeros y de carga, de diésel y gasolina a gas. Esta conversión podría reducir el costo de combustible hasta en un 70%, mientras que las emisiones de CO2 se reducen en un 30%.
Si recordamos que, en Camisea se reinyecta cerca de 300 MMPCD (millones de pies cúbicos por día) de gas al pozo y, que solo en Lima, la demanda de los grifos es de unos 35 MBD (mil barriles diarios) en diésel y gasolina, lo que equivale aproximadamente a 150 MMPCD de gas natural (similar a una de las principales termoeléctricas), lograríamos una importante reducción de costos para los usuarios, mayor ingreso por regalías e impuesto a la renta para el Estado, sustitución de importaciones (la mayoría de combustibles del país es importada) y reducción importante de emisiones, en favor del cuidado ambiental. Esta transformación es perfectamente financiable, ya existen iniciativas privadas (entre Calidda y el Consorcio Camisea), que utiliza la red de venta de gas en grifos, y cobran el crédito en cada recarga, eliminando el riesgo crediticio. El gobierno debería hacer más, promoviendo la importación de vehículos a gas e imponiéndoles menores aranceles que los aplicados a vehículos a diésel.
El fastidio popular se origina en la dispersión de precios, pues mientras para Lima, Callao y Piura la tarifa es de US$12.30/BTU, en Ica US$12.00/BTU, para Lambayeque, Cajamarca, La Libertad y Ancash es US$21.10/BTU y para el Suroeste US$24.10/BTU. Lo que sólo se resolvería con un gasoducto de dimensiones adecuadas a la demanda o algunos subsidios cruzados, para lograr una tarifa más plana a nivel nacional.
Otra es la industria petroquímica, alternativa largamente acariciada por los políticos. A pesar del decreto legislativo que busca impulsar esta industria, priorizando producción de Urea, aún hay mucho por hacer. Hasta donde entendemos, pocos estarían interesados en instalar una petroquímica para producir Nitrato de Amonio, normalmente usado como fertilizante o como explosivo (ANFO), y Amoniaco. Siendo estos productos esenciales para la agricultura, se convierten en sujeto permanente de presiones políticas. Por otro lado, los contenidos de Etano de nuestro gas natural, llevan a algunos a pensar en posibilidades de una planta dedicada a la producción de Etileno y Polietileno.
En estos casos tendríamos que contemplar algunos bemoles:
Debemos hacer notar, que en el Perú no hemos impulsado la exploración de gas natural. Extraigamos lecciones de Bolivia, donde la falta de reglas claras que estimulen y respeten la inversión privada, bloquearon la exploración en zonas con altísimo potencial de recursos gasíferos, generando la caída de reservas. Este es el caso del Parque Candamo, que se declaró santuario intocable en 1996. Peor aún, nos damos el lujo de tener lotes con reservas probadas tanto en petróleo (lotes 8, 192, 64) y en gas (lote 58) sin producir.
Debemos reflexionar que, con las prácticas de la industria de hidrocarburos del siglo XX, pretender una exploración y posterior explotación de un área sensible como el Candamo, resultaba absolutamente inviable. Dicho esto, la tecnología ha evolucionado tremendamente y, hoy en día, la práctica de perforaciones horizontales que exceden los tres kilómetros de longitud, con control direccional y verificación de las irregularidades del reservorio, son absolutamente factibles y de uso cotidiano. Deberíamos explorar con esta tecnología y poner en valor esos recursos, mientras, paralelamente, aseguramos la intangibilidad de esa reserva natural.
Un ejemplo claro en el país de una explotación responsable con el medio ambiente, es Camisea y después de 20 años de explotación, sigue siendo un referente a nivel mundial de que sí se puede explotar recursos naturales con un estricto cuidado del medio ambiente.
Copiando a quien, en su tiempo detuvo, con razón, la exploración del Candamo, diciendo: “Para Einstein sólo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana”. Hoy, a la luz de las prácticas modernas y la nueva tecnología, Einstein le replicaría: “El verdadero signo de la inteligencia no es el conocimiento, sino la imaginación”, por lo que debemos aplicar todo nuestro conocimiento con gran imaginación y no quedarnos congelados en la historia.
Fuente: CanalB
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