Por Madeleine Osterling, publicado en Expreso

En nuestro país hay demasiada gente que le rehúye a la palabra capitalismo, erróneamente creen que está estigmatizada y vinculada al fanatismo y a la extrema derecha. Por su parte, la mayoría de los empresarios son muy pudorosos para confesar que ganan dinero y son exitosos, aunque sus EEFF, en su mayoría instrumentos públicos, los delaten. No estoy segura si es secuela de una rígida educación religiosa donde hipócritamente se exaltaba el voto de pobreza, o si les da pánico generar envidia o, quizás, que gente cercana y otra no tanto se sientan con derecho a estirarles la mano; nadie está obligado a compartir su riqueza, aunque la compasión y solidaridad son notables virtudes.

Algo similar pasa con la “derecha” a la que le da vergüenza definirse con valentía y claridad. Abusan del concepto de “centro” para todo, especialmente en el campo electoral, como si se tratara de una ubicación ideológica promedio. Deberían saber que cualquier declaración valiente y auténtica sufre el riesgo de ser atacada por los intolerantes, por aquellos que han sustituido la palabra por palabrería o por el repudiable imperio de lo políticamente correcto; simplemente hay que asumirlo. La derecha liberal y moderada es el manto bajo el cual debería organizarse la oposición en el Perú, sin complejos y sin temor a ser calificada de extremista.

El mal llamado “centro” puede reflejar más de lo mismo o que seguiremos en piloto automático. Da lugar a muchas malinterpretaciones. A las urnas en el Perú no las conoce nadie, son siempre una bola de cristal, pero me queda clarísimo que los que se agitan por ser reconocidos de “centro” jamás tendrán éxito. Presidentes como Boric, Petro, Lula y unos pocos años más atrás AMLO nunca se ubicaron en el “centro”, todo lo contrario, polarizaron, tuvieron discursos flamígeros contra modelos supuestamente injustos y caducos.

Me pregunto: ¿Qué opinión tienen los de “centro” sobre el aborto, el matrimonio homosexual o la inseguridad ciudadana? ¿Se abstienen para que no los encasillen en izquierda o derecha? ¿Ideas ambiguas y escurridizas? ¿Serán aquellos que comparten propuestas con diversas tendencias ideológicas? El “centro” en el fondo no existe. Es una posición cómoda y sin compromisos de aquellos que quieren salir siempre bien parados. Son los que generalmente apuestan por el cobarde voto en abstención. El “centro” es solo humo.

Ojo, que la ciudadanía esté alejada y disociada de los debates recurrentes de la clase política, no la hace de “centro”. Hay muchos factores que la ocupan como trabajar para sobrevivir o el hastío. Es una confusión recurrente de los políticos.

Sería excelente que en el país existiera el bipartidismo porque generaría una mayor estabilidad política y crecimiento. Además, tendríamos un Congreso sólido y no lleno de tránsfugas y micropartidos que venden sus votos al mejor postor. Desafortunadamente, estamos lejísimos de ese escenario político. El flamante partido del corrupto Vizcarra lo confirma.

El plan Con Punche País, especialmente el capítulo de Servir, es un intento loable para mejorar la ejecución de los gobiernos subnacionales. Sin perjuicio que la inversión pública y privada son motores complementarios, debemos recordar que esta última es realmente la fuerza generadora de empleo y riqueza. Proporcionalmente, tiene un peso del 80 % que es irremplazable. Es esencial que el Gobierno ponga la misma fuerza e interés para optimizar la competitividad y desatar los nudos que asfixian a los ejes productivos más rentables. Tienen que atreverse a dar normas para apoyar a sectores fundamentales como la minería y la agroindustria, sin miedo a ser tildados de lobistas o vende patria.

Al final, la Izquierda no es tan extendida como parece, simplemente está más organizada y es más vociferante y violenta, pero el Gobierno no puede ceder al chantaje.