Por Carlos E. Gálvez Pinillos, expresidente de la SNMPE
No hay duda que el mundo se enrumba claramente al uso de energías alternativas, en reemplazo de la energía basada en combustibles fósiles, los mismos que, aunque se seguirán usando, reducirán seriamente su participación en el mercado energético. A modo de referencia, según la Agencia Internacional de Energía, al 2018 el 26% de la energía era alternativa, pero vamos avanzando, hasta el punto de que, para 2040 estiman alcanzar al 44%.
¿Cuáles son nuestras opciones?
Dentro de las ventajas y desventajas de estas diferentes opciones, tenemos:
Si usamos vehículos con combustibles fósiles, mantendremos una alta generación diseminada de gases de efecto invernadero y, si nos inclinamos por los que operan con energía eléctrica, necesitamos mucha mayor cantidad de conductores eléctricos y acumuladores o baterías eficientes. Lo cierto es que en este proceso habrá un “Trade off”, de un lado, el menor consumo de combustibles traerá como consecuencia una menor huella de carbón. Pero, por otro lado, tendremos un mayor consumo de metales y, en consecuencia, una mayor huella de cobre, litio y otros.
¿Cuáles serán pues, los materiales del futuro para atender este cambio? No cabe duda que requeriremos mucho cobre, litio, níquel, cobalto, manganeso, uranio, hierro (acero) y concreto.
Sólo para darnos una idea, según un modelo planteado por Ed Conway en su libro Material World, para reemplazar una turbina a gas de 100 MW para 100 mil casas, por una central eólica de igual capacidad, se requerirá: 30 mil TM de hierro, 50 mil TM de concreto, 900 TM de plástico y resinas (en base a Oil & Gas) para las palas de las hélices y 540 TM de cobre, si la central está en tierra o 1,600 TM de cobre si es “offshore”. Mientras que la turbina de gas requeriría 300 TM de hierro, 2 mil TM de concreto y 50 TM de cobre para los generadores y transformadores.
Cuando revisamos el lado de la demanda en equipos de transporte, vemos que los autos eléctricos requieren 4 veces el volumen de cobre que un auto convencional y que cada ómnibus necesita 500 Kg de cobre. Si nos proyectamos al transporte público de carga y pasajeros, la demanda en conductores de cobre es igual a todo el kilometraje de las autopistas, las que entregan por inducción, la energía requerida por ómnibus y camiones y para movilizarse con autonomía en las zonas donde no se instalen esos conductores, baterías de litio de 450 Kg por vehículo, con una vida útil de 7 años.
Independientemente de los beneficios que trae la energía Mareomotriz, como una mayor predictibilidad que la eólica y que no genera mayores impactos visuales, por ahora esta energía es más costosa. Por su lado, la energía Undimotriz sí requiere grandes estructuras marinas y tiene impactos en la flora y fauna marinas. Sus principales desafíos pasan por el mantenimiento de los equipos con material antiincrustante, produce impacto adverso a la vida marina, incremento de la erosión en la costa, reducción de las áreas de oleaje por aumento del depósito de sedimentos, riesgos y conflictos con la navegación e interferencia con la pesca comercial y deportiva.
En el camino, recalamos en la energía nuclear, la misma que no emite gases de efecto invernadero, produce una potencia y energía estable a lo largo de la vida de la central. Y para tranquilidad de quienes tienen grabados en la memoria los graves accidentes de Chernóbil en 1986 y de Fukushima en 2011, la tecnología de esas centrales fue la de comienzos del siglo pasado, en contraste con el altísimo desarrollo de las normas de construcción y operación actuales, centradas en la seguridad, tema que no fue debidamente aquilatado en el pasado. Hoy, en cambio, se producen pequeñas centrales con uranio empobrecido (5%, cuando normalmente se usaba uno enriquecido, 20%) y de sólo 20 MW potencia, ideales para pueblos aislados de la selva.
Lo importante ahora, es que todas las opciones de energía alternativa nos abren múltiples posibilidades para asegurar disponibilidad de energía y, para ser capaces de transportarla en tierra, de mar a tierra e internacionalizar su comercialización transportándola por vía submarina, se requiere de grandes cantidades de conductores de cobre, sólo imaginemos un conductor kilométrico submarino de 10 centímetros de diámetro de cobre, única forma de hacer posible este concepto.
Las líneas de transmisión eléctrica submarinas, para corriente continua, de muy alta tensión, del orden de 1,500 Kv o más, con convertidores a corriente alterna y viceversa, nos abren grandes oportunidades de desarrollo energético y un inmenso mercado para el cobre.
Al final, como podemos observar, nuestros recursos naturales, empezando por el cobre, son fundamentales y debemos ponerlos en valor, al igual que el litio, el manganeso, el hierro y el cemento.
Así pues, todos los caminos conducen a Roma, pero ni la población comprende la importancia de poner en valor estos recursos, ni el Estado peruano ha venido haciendo nada para que los aprovechemos.
Fuente: CanalB
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