El reconocimiento internacional a la gastronomía italiana alcanzó un nuevo hito tras la decisión de la Unesco de declararla Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. La institución destacó la riqueza regional, las técnicas tradicionales y la transmisión generacional que sostienen una cocina profundamente ligada al territorio y a su historia, convertida desde hace décadas en un símbolo global de identidad sociocultural.

Desde la carbonara romana hasta el tiramisú del Véneto o los arancini sicilianos, cada plato refleja un modo de vida que ha trascendido fronteras.

La inscripción fue aprobada en Nueva Delhi durante la vigésima sesión del Comité de Patrimonio Inmaterial, donde se subrayaron las cifras que consolidan a Italia como líder mundial en producción, consumo y exportación de pasta. Con 80 millones de raciones distribuidas en casi 200 países y más de 23 kilos de consumo per cápita anual, la gastronomía italiana despliega una diversidad que abarca desde la pizza napolitana hasta el risotto lombardo y la lasaña boloñesa. Movimientos como el slow food, quesos de fama internacional, la tradición del aceite de oliva y la devoción por el espresso completan un repertorio que ha sido clave para su reconocimiento.

El Coliseo de Roma se convirtió en un escenario simbólico de celebración. El histórico anfiteatro fue iluminado con los colores nacionales y proyectó el mensaje “La cocina italiana es patrimonio de la humanidad”, en una ceremonia a la que asistió la primera ministra Giorgia Meloni. La mandataria calificó la decisión como un “reconocimiento histórico” que honra la identidad italiana y su estilo de vida, aunque la distinción se suma a las ya otorgadas previamente a la gastronomía de Francia, México, Japón y a la dieta mediterránea.

El anuncio generó entusiasmo entre autoridades, cocineros y comerciantes. Nicola Marchesini, del restaurante Venerina en Roma, destacó la calidad de los ingredientes y la incomparable variedad regional. Para Agostino Bonanni, chef de Contorno Bistrot, la cocina italiana encuentra su esencia en la transmisión familiar y en técnicas tradicionales como la pasta casera o los rellenos artesanales, elementos que, según indicó, no siempre están presentes en la cocina moderna pero que constituyen el corazón del reconocimiento otorgado por la Unesco.

La influencia de la gastronomía italiana también se refleja en la cultura popular, especialmente en el cine y la literatura. Escenas emblemáticas de El Padrino muestran cómo la cocina puede ser un espacio de poder y tradición familiar, mientras que autores como Andrea Camilleri han incorporado la riqueza culinaria local en las historias del comisario Montalbano, donde conviven arancini, pasta con le sarde, caponata, cannoli y platos de pescado fresco como parte de un universo narrativo profundamente enraizado en los sabores regionales.

Para Italia, la declaración de la Unesco representa mucho más que un reconocimiento formal: es una reafirmación de su identidad cultural, un tributo a generaciones de cocineros y familias que han preservado sus recetas, y un impulso adicional para una tradición gastronómica que continúa inspirando al mundo.