Por Carlos E. Paredes, economista de Intelfin Estudios y Consultoría y docente de la U. Continental
Publicado en Gestión
Al igual que el progreso de los países, el bienestar material depende más del trabajo y la persistencia que de lo que recibimos de la naturaleza.
1. En 1975, cerca de 100,000 peruanos terminamos el colegio. Habíamos pasado los cinco años de secundaria estudiando con “libros de texto oficiales” y vistiendo el “uniforme único”, con los cuales el gobierno de corte socialista de aquel entonces buscó reducir algunas diferencias en el sistema educativo. Durante nuestros años de colegio, se aprobaron una serie de reformas antimercado que incrementaron el rol del Estado en la economía y sentaron las bases del estancamiento económico y la crisis macroeconómica que caracterizarían al Perú en los siguientes tres lustros.
2. Cuando nos graduamos, no teníamos idea de que durante los siguientes 17 años —igual al número de años que habíamos vivido hasta entonces— la economía peruana implosionaría, sumiendo en la pobreza a más del 60% de la población. Tampoco percibimos que estábamos relativamente cerca a transitar por un prolongado periodo de enfrentamiento armado con grupos terroristas.
3. De haber sabido lo que se nos venía, probablemente un número mucho mayor de los que nos graduamos del colegio hace 50 años habríamos emigrado. Y con esa pérdida de capital humano la recuperación que se inició en la década de los noventa habría sido mucho más difícil de concretar. Sin duda, a veces, la falta de información termina siendo beneficiosa. En nuestro caso, nos quedamos y la luchamos, trabajamos y prosperamos.
4. Esta semana, los compañeros de promoción (en mi caso, de dos colegios) nos reunimos a celebrar nuestras bodas de oro. ¡Increíble, cómo se pasó el tiempo! Nos encontramos con una serie de personas sonrientes a quienes al comienzo no reconocimos. Tratamos de ponernos rápidamente al día, escuchamos muchas historias y recordamos viejas anécdotas. La compañía y el sentido de pertenencia son invalorables, como lo demuestran diversos estudios sobre la felicidad.
5. Estos encuentros ponen de manifiesto la varianza de las trayectorias de vida y de los resultados alcanzados. La pluralidad de profesiones y oficios es sorprendente, también lo es la heterogeneidad de ingresos y de estado de salud. Resulta obvio que, al interior de estos grupos, las diferencias de adónde se llega tienen menos que ver con las diferencias de dónde se empieza (condiciones iniciales), que con lo que se hace o deja de hacer a lo largo de estos 50 años. Al igual que el progreso de los países, el bienestar material depende más del trabajo y de la perseverancia que de nuestras condiciones iniciales.
6. Un aspecto que no puedo dejar de resaltar es la libertad bajo la cual nos desarrollamos: pudimos escoger nuestros caminos y, dentro de ciertos límites, perseguir nuestros sueños. Otro aspecto que debo rescatar es la solidaridad. Muchos compañeros se han preocupado y ocupado, en mayor o menor grado, por el bienestar de sus viejos amigos. Los valores que compartimos son los que nos hacen un grupo coherente.
7. Espero que los compañeros de viaje de la promoción “75” transmitamos a los muchachos de hoy lo que aprendimos en estos 50 años. Que sean buenos ciudadanos y que también tengan la suerte de celebrar sus bodas de oro junto a los amigos de toda la vida.
*Agradezco a Pedro Guzmán G. por su apoyo en el proyecto y en la elaboración del artículo.
Fuente: CanalB
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