Por Alfonso Baella Herrera, CEO CanalB.pe
La historia política de Bolivia parece girar en círculos. Tras más de dos décadas de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS), el ciclo de Evo Morales se ha cerrado, pero no necesariamente el del socialismo. El colapso electoral del MAS —que apenas logró un 3% de los votos luego de años de crisis, corrupción y fractura interna— ha sido interpretado por muchos como el fin del socialismo del siglo XXI en Bolivia. Sin embargo, esa lectura es, a todas luces, superficial.
Lo que ha ocurrido no es una alternancia ideológica, sino un relevo de rostros dentro de la misma matriz progresista. Rodrigo Paz Pereira, candidato del Partido Demócrata Cristiano, obtuvo el 57.65% de los votos en la segunda vuelta. Pero su programa político, lejos de marcar un giro hacia una visión liberal o conservadora del Estado, mantiene los mismos ejes del modelo del MAS: un Estado interventor, un discurso redistributivo y una narrativa alineada al progresismo global. Es, en esencia, la continuidad del proyecto de Morales, solo que con otro lenguaje.
Los medios internacionales han querido celebrar el “fin del socialismo” en Bolivia. Sin embargo, la realidad es más compleja. La derecha no ganó; lo que ha triunfado es una versión más sofisticada del mismo proyecto político que ha dominado la región en los últimos veinte años. Como señaló Pablo Muñoz Iturrieta, “Rodrigo Paz representa lo mismo que el MAS, los mismos objetivos, solo que ahora de la mano del progresismo globalista”.
Bolivia no ha girado hacia un modelo distinto de sociedad, sino hacia una nueva etapa del mismo experimento. Se cambió de caudillo, pero no de paradigma. El país sigue atrapado en la lógica del estatismo, la retórica indigenista y el control político del aparato económico. El relevo ha sido más estético que estructural: una renovación del discurso, no de las ideas.
Mientras tanto, América Latina continúa dividida entre una izquierda que se reinventa para mantenerse en el poder y una derecha que aún no logra construir una alternativa clara, moderna y moralmente coherente. En ese contexto, el caso boliviano no es una excepción, sino un espejo de lo que ocurre en toda la región: la ilusión del cambio para conservar el mismo rumbo.
Bolivia ha cambiado de manos, sí, pero no de destino. El poder se ha maquillado de moderación, aunque sigue mirando hacia el mismo horizonte ideológico. En la superficie, todo parece distinto; en el fondo, todo sigue igual.
Bolivia, una vez más, cambia todo… para que nada cambie.
Fuente: CanalB
El Jurado Nacional de Elecciones…
El presidente del Congreso, Fernando…
El fallo del Tribunal Constitucional…
El presidente de la Comisión…
La congresista de Honor y Democracia,…