Opinión

Cleptocracia como modelo de Gobierno; por Juan Carlos Liendo O’Connor

Publicado el 17 de febrero de 2025

Por Juan Carlos Liendo O’Connor, exdirector de Inteligencia Nacional de la DINI
Publicado en La Noticia


La agonía de un Estado no ocurre de la noche a la mañana. Es un proceso lento y corrosivo en el que la institucionalidad se ve minada por la corrupción, la violencia del crimen y la incapacidad de las personas que ostentan legalmente el poder. En un imaginario país de los Andes, en el que una vez existió un real intento de abrazar la democracia basada en el respeto a las instituciones, la separación de poderes y la primacía del Estado de Derecho, hoy se acerca peligrosamente al colapso de sus estructuras fundamentales. La penetración del crimen transnacional organizado, el auge del narcotráfico y la expansión de la minería ilegal vienen llevado a la captura del Estado por redes mafiosas, que no solo controlan la economía informal, sino que han extendido su influencia a los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial.

 

La fragilidad institucional se ha convertido en un sello característico de este país. Aunque en el papel mantiene un sistema republicano, la realidad demuestra que la democracia es meramente procedimental: elecciones regulares, pero sin representación efectiva; partidos políticos que fungen como plataformas clientelistas en lugar de proyectos serios de gestión del poder; y una administración pública que responde a intereses privados o criminales donde el bien común sólo es un mito. La cleptocracia no es una consecuencia, sino el modelo de gobierno imperante.

 

La sociedad, hastiada de la incompetencia y el latrocinio de sus gobernantes, ya abandonó la confianza en la política tradicional. Esto ha llevado a una crisis de representación sin precedentes, donde los ciudadanos perciben a todas las figuras públicas como parte de una misma red de corrupción. La anomia social se manifiesta en la irrelevancia de la ley, la trampa, y en la normalización de la violencia criminal y delincuencial como medios de vida, indispensables para los negocios o para trabajar en el sector público. En este contexto, el asesinato político emerge como un nuevo instrumento de reconfiguración del poder.

 

En un entorno de desesperanza, el populismo se convierte en la opción natural. Líderes mesiánicos explotan la indignación popular con discursos simplistas, ofreciendo soluciones drásticas y autoritarias que prometen erradicar el crimen y la corrupción, y crear una ilusión de paraíso, pero que en realidad refuerzan un sistema de cooptación del Estado. Un neocaudillismo, heredero de las dinámicas personalistas del pasado, se asoma inevitablemente sobre el horizonte político a semanas de la convocatoria a elecciones.

 

Este país enfrenta un dilema existencial: el colapso inevitable de un estado en proceso de descomposición o la impostergable reconfiguración radical o reconstrucción institucional del Estado. Este es el único camino para evitar que la Cleptocracia siga imperando como modelo de Gobierno.

 

 

 

 

Fuente: CanalB

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