Por Manolo Fernández Díaz, CEO de Laboratorios FARVET
Hace más de dos mil años, la Biblioteca de Alejandría se alzaba como el faro intelectual del mundo antiguo. Allí se reunían sabios de Grecia, Egipto, Persia, India y Roma. Se guardaban más de setecientos mil rollos con el conocimiento de todas las ciencias conocidas: astronomía, medicina, filosofía, matemáticas, historia, arte y espiritualidad.
Pero aquel santuario del saber fue incendiado por la ignorancia, la intolerancia y el poder.
Unos dicen que fue durante la guerra de Julio César, cuando el fuego alcanzó los depósitos del puerto. Otros sostienen que siglos después fue destruida deliberadamente por fanáticos religiosos, que consideraban peligroso todo pensamiento que no coincidiera con su fe. Y otros aseguran que la ambición política prefirió el silencio del fuego antes que la libertad de las ideas.
El resultado fue el mismo. La humanidad retrocedió siglos en su evolución científica y cultural.
Hoy, sin fuego visible, repetimos ese mismo escenario.
Incendiamos la curiosidad de nuestros intelectuales cuando no los escuchamos, cuando no estimulamos su pensamiento crítico ni su deseo de descubrir.
Incendiamos el conocimiento en nuestras empresas cuando los intereses personales, el ego o la envidia destruyen proyectos, obstaculizan avances y apagan la pasión de quienes innovan.
Incendiamos la esperanza de nuestro país cuando permitimos que el conocimiento sea reemplazado por el cálculo político o el beneficio inmediato.
El fuego ya no arde en las bibliotecas; arde en las conciencias.
Y mientras las llamas consumen la ciencia, el arte y la verdad, algunos miran con indiferencia, sin comprender que cada idea que se apaga nos roba futuro.
La historia no se repite sola. Somos nosotros quienes la encendemos, o quienes podemos apagar el fuego.
Fuente: CanalB
Durante la primera jornada de…
Congresistas vuelven a rechazar…
La solicitud de asilo presentada…
Se inicia el juicio oral contra…
La presencia política de Pedro…