Por Luis García Miró Elguera, publicado en Expreso
Contra viento y marea, haciendo tabla rasa de las plegarias —sobre todo de las amenazas catastrofistas de la izquierda; no sólo la norteamericana (por último, la única autorizada a hacerlo) sino la internacional—, ayer, apenas entrada la una de la madrugada (hora del Este en EE. UU.), la democracia estadounidense decidió que el futuro presidente de EE. UU. sea el exmandatario número 45, Donald J. Trump.
Ha sido una campaña desigual, donde la izquierda local y mundial ha hecho lo indecible por evitar lo inevitable: que salga electo presidente Donald J. Trump. Esto incluye dos atentados contra la vida del entonces candidato Trump. Uno casi logra su objetivo, cuando un fanático hirió en la oreja derecha a Trump con una bala disparada desde un fusil profesional, en un mitin en el pueblo de Butler en Pensilvania. Por fortuna, de inmediato intervino el Servicio Secreto estadounidense, cegando la vida del asesino.
Por si fuera insuficiente, el FBI develó un segundo intento de asesinato a Trump, deteniendo al asistente a otro mitin que fugó y fue apresado horas más tarde, portando armas y confesando su intención de asesinar a Trump. Por último, las izquierdas de Estados Unidos se dedicaron a judicializar la campaña electoral de Trump, forzándolo a comparecer diariamente durante seis horas —a lo largo de dos meses— ante un juez que lo procesó por acusaciones sin sustento. Esto impidió que Trump participe en eventos clave para su campaña proselitista, hecho que capitalizó a su favor su contrincante Kamala Harris, candidata por el partido Demócrata, representante de las izquierdas estadounidenses, agrupación a la que pertenece el aún presidente Joe Biden.
Donald Trump ganó ayer limpia y ampliamente una de las elecciones más enconadas de la historia estadounidense. Tanto que logró que el partido Republicano, por el que postuló, se consagre como representación mayoritaria tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes.
Desde luego, ese hecho significativo no solo ha generado la exasperación de la izquierda norteamericana —el partido Demócrata, repetimos— sino la desesperación del socialismo y el marxismo internacional. Hecho que revela lo contradictoria que es la etiqueta “demócrata” con la que los rojos disfrazan a sus partidos marxistas. Para el partido Demócrata norteamericano, el triunfo de Trump —como candidato Republicano— resulta intolerable, a pesar de que así lo decida la mayoría de norteamericanos. Tanto porque repele sus preceptos, como porque tampoco tolera sus fines. Así son las izquierdas, amable lector: sectarias hasta el cansancio y totalitarias hasta la médula, con quienes discrepan o se oponen a su credo socialista y/o desacatan sus ucases.
Para la izquierda peruana resultan indispensables los intereses crematísticos que recibe del partido Demócrata que gobierna a la primera potencia del orbe. Si no, pregúnteselo a los Gorriti, los García Sayán y tanto ganapán propietario de ONG, que vive como millonario con los estipendios que recibe del USAID, brazo filantrópico del Tío Sam para relacionarse con las “izquierdas” internacionales, vía donativos que financian aspiraciones políticas vestidas de defensoras de derechos humanos, promotoras del gayismo, el aborto, etc., posiciones que promueve la izquierda norteamericana. Como comprobamos, una farsa de intereses subalternos.
Fuente: CanalB
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