Por Piero Gayozzo
Hace unas semanas dos columnas publicadas en medios de prensa han generado controversia y esperanza a la vez en diferentes sectores de la población. Controversia por su desafiante cariz, esperanza porque se atreven a pensar fuera de lo políticamente correcto para resolver el problema del rumbo político peruano y de la decrépita democracia en que vivimos. Ambas tienen en común un factor que muchos consideran imposible de cuestionar: la crítica al derecho universal de sufragio.
La primera columna fue publicada en Expreso. La escribió Martha Meier Miró Quesada y se titula “¿Quieres votar?: R.U.C. y no D.N.I.” En ella, Meier propone que sean las personas que pagan impuestos quienes puedan tener derecho al voto a la vez que denuncia la acción irracional de los votantes y cómo otorgan poder a individuos siniestros. La mayoría que no paga impuestos perjudica con sus acciones a la minoría que sí apuesta por invertir y construir el futuro del Perú. Por eso, qué mejor manera de cuantificar la contribución al país que a través del pago de impuestos.
La segunda columna, titulada “¿Quieres votar? Paga tu impuesto a la renta” fue escrita por Juan Carlos Suttor para Canal B. En dicha columna Suttor complementó la idea original de Meier y brindó mayores precisiones. Específicamente argumentó que, en vista de que todos los ciudadanos pagan impuestos indirectamente (IGV, por ejemplo), quienes accedan al voto sean aquellos que pagan impuesto a la renta. De esta forma se invitaría a la formalización económica y se dejaría de lado la intervención política de la economía ilegal y
de quienes deseen permanecer en la informal.
A ese intrépido modelo de gobierno propuesto por Meier y Suttor llamémosle “taxocracia” (de taxes -impuestos en inglés- y kratos -poder en griego-). Se trata del gobierno de los que pagan impuestos. El argumento es más o menos el siguiente:
(1) El poder de voto debe ser otorgar a quienes contribuyan al estado
(2) Aquellos que pagan impuestos contribuyen al estado
(C1) El poder de voto debe ser otorgado a quienes contribuyen al estado
(3) Los taxócratas son los ciudadanos que pagan impuestos
(C2) El poder de voto debe ser otorgado a los taxócratas
Este modelo de gobierno desafía directamente la idea de voto universal y por eso ha causado polémica. Abandonar el “todos votan” para restringirlo a aquellos que contribuyen directamente al país, en este caso el mejor medio para medirlo es a través del pago de impuestos, implica que existe un deber en la acción de sufragio antes que un derecho. Un hecho que pocos consideran, pero que resulta cierto, pues la decisión de la mayoría (valor que defiende la democracia) no siempre será la mejor para el país. De ahí que exista en
lógica la falacia ad populum o falacia según la cual algo es correcto o verdadero porque lo sostiene la mayoría.
Cualquiera que asuma una posición de crítica similar es tachado rápidamente de autoritario o dictatorial, pues el derecho universal al voto se ha vuelto un dogma contemporáneo. El trauma de los autoritarismos abusivos ha hecho de la igualdad política un derecho y ha ignorado los efectos del desinterés del votante y la responsabilidad de cada individuo por el futuro.
Para beneficio de los que somos críticos de esta miopía o de esta santidad de la democracia, en la academia contemporánea existe otro modelo de gobierno que desafía el voto universal. Se llama epistocracia (episteme - conocimiento- y kratos -poder- en griego) o el gobierno de los que conocen. Igual que en la taxocracia, en una epistocracia se apela a la restricción del voto universal para salvaguardar el bienestar de todos los ciudadanos. No obstante, el criterio para dicha restricción se basa en el conocimiento.
Trabajada antiguamente por Platón y Stuart Mill, en años recientes ha sido defendida principalmente por Jason Brennan, autor que ha dedicado artículos y libros a favor de este modelo de gobierno. La epistocracia apunta a salvaguardar el derecho de los ciudadanos a tener un buen gobernante y evitar que los votantes desinformados o desinteresados, que son la mayoría, perjudique su vida y el futuro del país por sus decisiones irracionales.
Podríamos expresar el argumento epistocrático de la siguiente manera:
(1) El poder político se debe otorgar a quienes puedan resolver mejor los problemas
sociales
(2) Aquellos que tengan el mejor conocimiento podrán resolver mejor los problemas sociales
(C1) El poder político se debe otorgar a los que tengan el mejor conocimiento
(3) Los epistócratas son los ciudadanos que mejor conocimiento tienen
(C2) El poder político debe ser otorgado a los epistócratas
Los gobiernos epistocráticos son múltiples. Existen versiones en los que se restringe el derecho a voto universal y se le otorga a aquellos ciudadanos que aprueben algún examen (de conocimientos generales, planes de gobierno, lógica o coyuntura política, entre otros temas). Otras aumentan los requisitos que deben cumplir los candidatos, como en Singapur, país en el que un ciudadano puede ser candidato a la presidencia solo si ha sido previamente Director Ejecutivo de una empresa con un capital de 500 millones de dólares o
ha ocupado altos cargos del gobierno, ambos por mínimo tres años. Y existe un tercer tipo de epistocracia en la que se crean órganos tecnocráticos en los que se reúnen especialistas sobre diversas materias y cuya función es la de tachar políticas infundadas propuestas por las autoridades de turno.
A diferencia de la taxocracia, la epistocracia apela por un criterio epistémico que, en principio, la blinda de errores en la toma de decisiones o de la infiltración de ideologías perniciosas. Pongamos el ejemplo de César Acuña, un empresario que paga impuestos millonarios. Contribuye al país, sí, pero ¿es una persona de la que podemos realmente afirmar que está lo suficientemente informado o es lo suficientemente capaz como para contribuir en la resolución de problemas sociales como lo podría hacer un técnico o académico? Veamos otros ejemplos. ¿Cuántos empresarios emergentes y grandes son dirigidos por personas verdaderamente informadas? ¿Cuántos financiaron a Pedro Castillo y con su apoyo este asumió el poder desde el que afectó la institucionalidad?
El criterio monetario que impone la taxocracia no es lo suficientemente cuidadosa como el criterio epistémico de la epistocracia. En el primero podrían infiltrarse personas desinformadas que demuestren el pago de impuestos, lo cual se traduce en el aumento de probabilidades de tomar decisiones erradas y afectar la vida de millones de personas. En el segundo, las probabilidades de error se reducen. Supongamos que los pilotos de un avión se desmayan y en la tripulación existe una persona con horas de vuelo y un médico.
¿Acaso le daríamos la opción de volar la nave al médico? La respuesta es obvia. La lógica epistocrática es la misma. ¿Por qué dejar el futuro de millones de personas en las manos de gente poco informada? Lo más ético sería permitir que quienes estén más capacitados sean los que propongan soluciones, las ejecuten o voten al margen del deseo desinformado de millones. Al final de cuentas es el futuro de todos el que está en juego.
Rechazo al voto universal
Lo importante de las columnas de Meier y de Suttor es que inician el debate sobre nuevos horizontes políticos. Al dejar de lado el mantra del voto universal es posible sumergirse en un mar de alternativas políticas que deberían discutirse por el bien de nuestro país.
Resulta saludable abrir las puertas a perspectivas más allá de la democracia, pues existen muchas personas que aplauden el lado positivo de ella, pero que son conscientes de que sus limitaciones y problemas no siempre pueden resolverse con más democracia. En esta columna he expuesto brevemente el caso a favor de la epistocracia, un tipo de gobierno con menos posibilidad de error que la taxocracia, pero igual de controversial. No faltarán los ofendidos que griten “¡autoritarios!” a quienes apostemos por uno u otro modelo de gobierno, pero son justo esas personas de las que debemos protegernos, pues son incapaces de ver más allá de sus narices y de cuestionar lo que dan por cierto y finiquitado, poniendo así en peligro el futuro de la sociedad. Debemos ver más allá del voto universal.
Ahora, con la taxocracia y la epistocracia el debate sobre nuevas soluciones para las deficiencias democráticas ha comenzado en el Perú.
Fuente: CanalB
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