Por Alfredo Gildemeister, abogado
Publicado en El Reporte
El reciente fallecimiento del ex presidente Alberto Fujimori (AF) definitivamente marca el fin de una era en el Perú, marcada por sus dos gobiernos y las importantísimas consecuencias económicas y políticas posteriores de dichos gobiernos. Soy consciente que “algunos” pensarán que no se le debe nada a AF; algunos otros de extrema izquierda lo llamarán dictador -pese a que fue democráticamente elegido dos veces presidente de la República y por una inmensa mayoría solo igualada por Alan García-; otros más mezquinos y tozudos dirán que, al contrario, AF le hizo mucho daño al Perú; y, finalmente, otros lo odiarán sin tener la más mínima idea del porqué lo odian. Todos estos “algunos” no es de extrañar que siempre hayan existido y existan en el Perú.
Efectivamente, el Perú siempre ha sido un país muy complicado de gobernar y muy especial, con muchas virtudes y también con sus defectos. Uno de esos defectos, por ejemplo, es la ingratitud. Los peruanos por lo general maltratan a sus héroes, artistas y demás personajes que dejaron huella para bien en el Perú. Suelen no ser agradecidos con su trabajo, sacrificio, gestión, valentía, coraje, etc. y, en todo caso, les cuesta mucho reconocerlo. Casi se podría decir que se envidia al que triunfa y hace las cosas bien. Esto se puede apreciar desde nuestra independencia, por citar un ejemplo. A José de San Martín casi ni las gracias le dieron. Se embarcó solo, acompañado de su hija Remedios, a Francia, en donde fallecería algunas décadas más tarde.
Para los que no vivieron en los años ochenta y noventa, les cuento un poquito cómo se vivía a diario. Personalmente mis estudios de Derecho en la Universidad Católica los inicié con la vuelta del Perú a la democracia, esto es, en marzo de 1980. Durante el segundo gobierno del presidente Belaúnde, surge el terrorismo en Ayacucho y Huamanga, para luego comenzar a crecer en otras zonas del país, incluyendo la Lima. En un principio, los que enfrentaron a los terroristas de Sendero Luminoso (SL) fue la Policía Nacional, muriendo cientos de policías asesinados por SL. Transcurrido un tiempo, entrarían a combatir a la lacra de SL, las Fuerzas Armadas, especialmente el Ejército.
En Lima, los apagones por las voladuras de torres de alta tensión y coches bombas ya eran cosa casi de rutina. Adicionalmente a SL, apareció también el grupo terrorista Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA). Durante el primer gobierno de Alan García, los asesinatos selectivos fueron ocurriendo en paralelo a las acciones terroristas en provincias y en Lima. Muchos padres de mis compañeros de clase fueron asesinados (caso del almirante Ponce y Cafferata) e inclusive mi futuro cuñado, el recordado Rodrigo Franco. De una forma y otra, todos perdimos con el terrorismo. El toque de queda era algo ya rutinario desde la 1am. hasta las 5am. De allí que muchas fiestas eran “de toque a toque” (aún recuerdo al gran Rully Rendo y sus popurrís), con permiso de la Prefectura y todo. Si salías en pleno toque de queda, tenías que tener bandera blanca a la mano y el salvoconducto. Los soldados que vigilaban en las noches -no como en la pandemia que era un relajo- primero disparaban y luego te daban el alto. Personalmente en una ocasión, bajando por la calle Schell en Miraflores en mi humilde VW escarabajo con mi enamorada, hoy mi esposa, ya llegando a la avenida Diagonal, sentimos una terrible explosión y mi auto se remeció. A los pocos segundos, cayó del cielo la cabeza de bronce del presidente Kennedy al pie de mi auto. Por unos centímetros no nos cayó encima. Habían puesto una bomba en el parque, en el busto de Kennedy y se lo volaron. Eran las 7pm. de la noche. Así vivíamos.
Demás está decir que mucha gente iba armada -se puso de moda, muy “fashion”- con sendas pistolas y revólveres, casi como hoy con los celulares, dizque para defenderse por si te atacaban los terrucos. Yo estudiaba en las noches en mi casa para mis exámenes, con velitas Misioneras y blancas, cada vez que ocurría un apagón. Por las mañanas, trotaba con mi padre por la Costa Verde desde las 5.30am. y era usual observar casi todos los días, las explosiones de coches bombas -por la explosión en forma de hongo- a lo largo de toda la bahía frente a Lima. Según el lugar de la explosión, sabíamos en qué distritos habían explotado bombas o coches bombas. Ya nos habíamos acostumbrado a ello. Así se vivió hasta principios de los noventa: asesinatos a diario, bombas y coches bombas, apagones, inseguridad absoluta, masacres por SL en las comunidades andinas, etc.
Todo esto cambió cuando un desconocido candidato presidencial llamado AF, ganó en segunda vuelta las elecciones de 1990 a Mario Vargas Llosa. AF comenzó proponiendo medidas muy puntuales y concretas para derrotar al terrorismo. Las dos cámaras del Congreso, literalmente rechazaban cualquier propuesta de ley. No le perdonaban al “chino”, como ya le decían, el haber derrotado a MVLL y éste tampoco hasta el día de hoy lo olvida. SL y el MRTA prácticamente controlaban Lima y sus alrededores. Ante esta situación ocurrió la disolución del Congreso el 5 de abril de 1992. La situación era ya insostenible. Aunque algunos no lo crean, -y me lo confirmarán los que lo vivieron- todo el Perú aplaudió la disolución del Congreso. Desde ese momento, AF y su equipo de ministros -no políticos sino empresarios y ejecutivos en general- comenzaron a tomar las medidas necesarias para derrotar al terrorismo y la hiperinflación. SL reaccionó poniendo coches bomba en la calle Tarata, en el Canal 2, el Banco de Crédito de Juan de Arona, etc. Finalmente, lo demás es historia. El 12 de setiembre de 1992 es capturado Abimael Guzmán y la cúpula de SL. Cabría agregar la instalación del denominado Congreso Democrático Constituyente de 1993 y su nueva Constitución, ratificada mediante referéndum por todos los peruanos, y en abril de 1997 el brillante operativo de rescate de los rehenes de la residencia del embajador de Japón, y la firma de paz con el Ecuador al año siguiente, por solo mencionar algunos logros. Adicionalmente, en paralelo el Perú se fue reinsertando en la comunidad económica y financiera internacional, con una legislación atractiva, estable, que incentivaba la inversión tanto nacional como extranjera en nuestro país. Ello originó el crecimiento y desarrollo económico del país a niveles increíbles, el crecimiento de la infraestructura de carreteras, puentes, etc. así como la reducción de la pobreza en general. Los peruanos empezamos a vivir mejor, con ilusión en un futuro real, motivados y con muchas ganas de trabajar, en esas excelentes condiciones, por un Perú mejor y más grande.
Entonces y en conclusión, para todos esos “algunos” que critican sin saber u odian a AF -incluyendo a los “simpatizantes” de SL que abundan y le hacen el juego-, entérense de una vez por todas que, sí pueden tomarse un café en Starbucks o en la San Antonio, almorzar o cenar en un excelente restaurante o en una franquicia extranjera, viajar al extranjero a Miami, Cancún, Disney o por todo el Perú, desarrollando y haciendo turismo, comprarse un celular, un auto nuevo o un departamento con un crédito hipotecario, entérense -repito- que todo eso se lo deben a AF. No reconocerlo es manifestar una roñosa y patética mezquindad, lo cual demuestra más un síntoma de estupidez aguda o ceguera mental, que otra cosa. La deuda del Perú con Alberto Fujimori, definitivamente, es muy grande. Muchísimas gracias por tanto presidente Fujimori.
Fuente: CanalB
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