Por Madeleine Osterling, publicado en Expreso
Que en el Perú puede existir el voto consciente es casi el chiste del año. Vale decir, no solo considerar las promesas de campaña, sino también el historial y la integridad de aquellos que buscan ocupar cargos de elección popular, es pedir imposibles, más aún con este número casi infinito de partidos políticos que solo pareciera crecer. Son vehículos de oportunidad, efímeros, cuatro ideas populistas sin ninguna doctrina y que seguramente no pasaran la valla. Será un sueño incumplido de los empresarios, lo lamento. Además, cada vez se lee menos, somos unos esclavos de los aparatos y las imágenes. Para votar, algunos consultarán al ChatGPT, otros escogerán la cara más bonita –que no habrá muchas, por cierto–, pero la mayoría, abrumada por nombres y símbolos, decidirá su voto en la cola. Así de triste.
Esta multiplicidad de candidatos presidenciales solo se explica por un ego desbordado, ´por ansias de poder o porque quieren vivir o seguir viviendo del Estado. Muchos correrán simultáneamente a la presidencia y al Senado para asegurar por lo menos su elección congresal y, un pequeño grupo, aquellos que son respaldados por partidos de mayor trayectoria, esperarán obtener entre el 12 y el 15% de los votos y competir contra Keiko Fujimori que estadísticamente podría obtener un porcentaje cercano al 13%, similar a la primera vuelta del 2021. Confían en el antivoto Fujimorista que respaldó a PPK y a Castillo para resultar ganadores. Es una penosa repetición de la historia que nos ha llevado al despeñadero. Nuevamente el Sur emitirá un voto de descontento, posiblemente contra Lima y, el Congreso será una dispersión de intereses que complicará la gobernabilidad.
Para completar este escenario surrealista pero bastante normal en el Perú, no podía faltar Martin Vizcarra. El líder de Perú Primero enfrenta una doble inhabilitación para ejercer cargos públicos: 10 años por su participación irregular en la vacunación con Sinopharm y, 5 años por haber favorecido a la empresa OBRAINSA cuando ocupaba el cargo de ministro de Transportes y Comunicaciones. Todavía le quedan poco más de 11 años, pero si algún día se hace justicia con este corrupto personaje, su tiempo de carcelería debería ser bastante más prolongado.
Me resistía a creerlo, pero los pasados viernes y sábado Vizcarra tuvo un día lleno de exitosos y costosos eventos en Tacna, asi como a fines de diciembre despertó fanatismo en Ilo, pero poco o nada rebota en los medios. Congregó a miles de personas emocionadas por abrazarlo y tomarse fotos “históricas” en ambos lugares. Su pésimo manejo del COVID-19, y su probada corrupción, absolutamente en el olvido. Los Tik Tok y fotos en Instagram son la mejor evidencia que la gran tragedia del pueblo peruano es la desmemoria. Me pregunto. ¿Quién lo financia? Y no se trata solo del Sur, aquí cerca en Puente Piedra también lo recuerdan con mucho cariño y votarían por él.
¿Cómo explicarlo? Vizcarra fue el rey de los bonos durante la pandemia. Entregó subsidios por todo concepto, hasta un bono de S/ 930 a 560,000 pensionistas de la ONP, generosidad sin límites con dinero público, que a los ojos de los beneficiarios parecía sacado del bolsillo de Vizcarra, por cuanto tuvo un absoluto protagonismo hasta su vacancia en noviembre del 2020. Es la misma filosofía del perdón: “roba, pero hace obra”.
Este comportamiento ciudadano recibe todo tipo de calificativos, pero más condenable aún es la actitud de aquellos que pudiendo, se niegan a salir de su cómoda burbuja. Dejar de leer periódicos o de ver programas políticos para no deprimirse es una grave irresponsabilidad, hoy más que nunca debemos involucrarnos y hacer lo indispensable para poner a nuestro país en el camino correcto. ¡Asumamos alguna responsabilidad, por favor!
Fuente: CanalB
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