Opinión

La Paradoja Francesa; por Manuel Sotomayor

Publicado el 25 de septiembre de 2025

Por Manuel Sotomayor, expresidente de CONFIEP

 

La paradoja francesa: pensiones, deuda y la caída de un premier

 

Francia, tierra de filósofos, poetas y revoluciones, vuelve a ser escenario de un drama político que mezcla economía y pasión popular. La reciente dimisión del primer ministro François Bayrou, quien apenas estuvo al mando desde diciembre de 2024 hasta septiembre de 2025, refleja una contradicción brutal: el país que dio al mundo a Voltaire y a Montesquieu se niega a aceptar una verdad tan elemental como incómoda: el dinero no es infinito.

 

El presupuesto que ya no alcanza

 

La deuda pública de Francia bordea el 114 % del Producto Interno Bruto. En otras palabras, por cada euro que produce la economía, el Estado ya debe más de uno. Además, el déficit fiscal de 2024 fue de 5,8 % del PIB, una brecha que no se puede cubrir eternamente con préstamos.

 

La consecuencia es clara: los intereses de esa deuda, que crecen año a año, están devorando el margen de maniobra del presupuesto. Si el Estado francés fuese una familia, sería la que paga tanto en cuotas de tarjeta de crédito que ya no puede financiar ni las compras del supermercado.

 

La propuesta de Bayrou

 

El premier Bayrou intentó un acto de realismo: presentó un ajuste de 44.000 millones de euros para el presupuesto de 2026. En ese paquete había de todo: congelamiento de ciertos beneficios sociales, recortes de gasto público, aumento de contribuciones para los jubilados más acomodados y hasta la eliminación de dos feriados nacionales para elevar la productividad.

 

En el centro del debate estuvo el sistema de pensiones. Bayrou defendía que, si no se tomaban medidas ahora, el régimen sería insostenible hacia finales de la década. Su idea no era draconiana: mantener la reforma de 2023 (subida de la edad de jubilación de 62 a 64 años) y limitar incrementos automáticos de beneficios. Nada radical si se compara con otros países europeos.

 

La reacción francesa

 

La respuesta fue unánime, tanto en los escaños de la Asamblea Nacional como en las calles de París, Lyon o Marsella: rechazo total. La moción de confianza se perdió y Bayrou tuvo que dimitir. Afuera, sindicatos y ciudadanos multiplicaron marchas, incendios y barricadas, convencidos de que cualquier recorte a las pensiones es un sacrilegio contra el “modelo social francés”.

 

Paradójicamente, lo que Bayrou proponía era precisamente salvar el sistema. Reducir hoy un poco para que mañana siga existiendo. Pero la sociedad francesa, orgullosa de su Estado de bienestar, reaccionó como si se tratara de un atentado contra la esencia misma de la nación.

 

El espejismo del bienestar infinito

 

El corazón del problema no está en Bayrou ni en Macron, ni siquiera en la oposición. Está en una mentalidad: la creencia de que el bienestar puede mantenerse sin importar las cifras. Francia gasta más del 30 % de su PIB en protección social, el porcentaje más alto de Europa. Y al mismo tiempo, sus ingresos fiscales ya no cubren las promesas.

 

La paradoja es dolorosa: cuanto más se amplía el bienestar, más deuda se acumula para sostenerlo. Y cuanto más deuda se acumula, menos recursos quedan para invertir en futuro: educación, innovación, infraestructura.

 

La lección de la historia

 

Francia fue pionera en las revoluciones burguesas, en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Supo abrir caminos a la libertad, la igualdad y la fraternidad. Pero también arrastra la sombra de su propio romanticismo político: la incapacidad de aceptar los límites.

 

El pueblo que hizo la Revolución Francesa quemando símbolos del Antiguo Régimen, hoy quema autos y contenedores de basura para defender un sistema de pensiones que amenaza con colapsar. La pasión es la misma; la causa, mucho menos heroica.

 

El dinero no cae del cielo

 

El punto de fondo es universal: el dinero no cae del cielo. No lo produce Dios ni lo produce el aire. Es fruto del trabajo humano, de la innovación, del ahorro, de la inversión. Y es limitado. Cuando se gasta más de lo que se tiene, la factura siempre llega. Francia hoy enfrenta esa factura: intereses de deuda que comen su presupuesto, mercados financieros que la miran con recelo, agencias de rating que le bajan la calificación.

 

Bayrou no fue un mártir, pero sí un realista. Su caída es la de un hombre que se atrevió a decir la verdad en un país que prefiere las ilusiones.

 

Epílogo: un espejo para el Perú

 

La “locura francesa” no es ajena a nosotros. El Perú, como cualquier nación, enfrenta tentaciones similares: gastar hoy lo que compromete el mañana. Las pensiones, los subsidios, las políticas populares de corto plazo, todo puede ser gasolina sobre el fuego fiscal. La diferencia es que Francia todavía tiene espalda para endeudarse en euros. Nosotros no.

 

Mirar a París ardiendo debería ser, para Lima, una advertencia.

 

 

 

Fuente: CanalB

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