Por Carlos Cabanillas, publicado en Perú21
Exsenador y electo juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte-IDH) analiza el retorno del Senado y las protestas tras el golpe de Pedro Castillo. También recuerda a su exsocio Javier Valle-Riestra.
Su exsocio y amigo Javier Valle-Riestra le dedicó su último artículo, al enterarse de su elección como juez de la Corte-IDH. No puede adelantar opinión sobre el caso Fujimori. Tampoco sobre la ley de lesa humanidad. Pero sí puede explicar cuáles son los límites del derecho a la protesta. Y el malentendido rol de los organismos de derechos humanos.
¿Cuál es el real rol de la Corte?
Bueno, la Corte-IDH fundamentalmente está planteada para que resuelva casos concretos. Gran parte de los problemas se generan cuando los jueces pretenden ser legisladores. Los jueces tienen que aplicar las leyes. Y las leyes en el sistema interamericano o en los tribunales de derechos humanos son las convenciones que firman los Estados con relación a los temas que ahí están establecidos. De eso se trata. Y hay que interpretar cuando hay vacío. Pero también hay que tener en cuenta lo que se señala ya desde la época de los romanos: in claris non fit interpretatio. Cuando las cosas son claras no caben interpretaciones. No se puede pretender cambiar todo un sistema acordado entre legisladores y países.
Muchos dicen que hay que salir del sistema de derechos humanos. ¿Se desconoce cómo funciona?
En primer lugar, no hay que salirse de los sistemas de derechos humanos. Y eso lo sabemos perfectamente quienes hemos luchado contra las dictaduras y quienes hemos combatido a aquellos gobiernos que pretenden dejar aislado al pueblo de todo un país, al margen de las normas protectoras que han sido asumidas por la comunidad. No inventadas por un grupo de profesores, sino asumidas por la sociedad en su conjunto. No es que el 51% está de acuerdo y el 49% está en contra, entonces ya se convirtió en un derecho incontestable. No se trata de convertir una novedad en un derecho. Ah, el derecho humano de los animales, listo. No. Vamos tranquilos.
En el 98, en plena dictadura, alentó desde el Foro Democrático a que Perú no salga de la Corte-IDH.
Así es. No podíamos salirnos. Precisamente los países, cuando estamos en una situación de dificultad, necesitamos que la comunidad internacional dé esa bocanada de aire que necesitan quienes están en la comunidad para poder respirar y para poder seguir en su combate en favor de las libertades. No en contra de las libertades, no utilizando criterios para atacar las libertades de los demás, para desconocer su derecho al trabajo, su derecho al tránsito, su derecho a pensar diferente. No. Pero sí el derecho fundamental a expresarse de una manera política singular, sin temor a represalias. Pero si yo salgo a tirar balas o a agarrar a pedradas a la sociedad, ya es una cosa distinta. Eso no está reconocido como derecho de protesta por nadie.
Tampoco incendiar instituciones…
No, ni dejar que se quemen ni nada por el estilo. Tenemos que aplicar las normas en su real dimensión. Y esa es la tarea de la Corte-IDH.
Retorna el Senado.
Es una demostración de que las dictaduras actúan con atolondramiento. Por mero interés coyuntural cancelaron el Senado el 92, porque les convenía. En la política hay que pensar en el futuro, en el Perú. No en el interés inmediato. Hoy día hasta los fujimoristas se dan cuenta de que esa fue una metida de pata, como muchas de las que hicieron. Algunos profesores han señalado que se ha ido recomponiendo el texto constitucional con las interpretaciones del Tribunal Constitucional.
Le dedicó un emotivo discurso al exsenador Javier Valle-Riestra en su funeral.
Lo llamé cuando volví. “Te dedico el triunfo”, le dije. Pero no estaba muy bien. Javier era muy apasionado. Muchas veces escogía causas incomprensibles para el resto. Yo mismo no estaba muy de acuerdo en algunas defensas. Defiende a Polay porque él y su padre habían sido apristas. Era un aprista emocional impresionante. Los orígenes revolucionarios del APRA lo movían. Javier creía además que iba a convencer a Fujimori. Pensó que en el pleito entre la inteligencia y el interés triunfaría la inteligencia. Pero la batalla fue más larga y no estuvo dispuesto a seguir. Tenía poca paciencia.
Ha dicho: si las protestas tras la caída de Pedro Castillo eran democráticas, yo me llamo Bruce Lee.
Claro. Las protestas eran un ataque al sistema democrático que había sido elegido con Castillo. Castillo dio un golpe de Estado y dejó de ser en ese instante presidente de la República. Y se convierte en una persona que comete un delito de rebelión. Viene la sucesión constitucional. Y se busca desconocer por la fuerza el derecho de una persona a gobernar. No olvides los ríos de sangre, qué cosa es eso. No tiene ningún parentesco con la democracia, que es justamente la función de convencer y deliberar.
Estuvimos muy cerca de la dictadura con Castillo.
Estuvimos cerquísima de la dictadura con Castillo. Si llegaba a cambiar a los mandos de las Fuerzas Armadas el 1 de enero, la situación del país hubiera sido muy complicada. Era una amenaza al sistema democrático.
Fuente: CanalB
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