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Colapso moral, por César Campos R.

Publicado el 18 de diciembre de 2023

Por César Campos R., publicado en Expreso

 

Tuve suerte que en la etapa universitaria cayera sobre mis manos una biografía de Konrad Adenauer donde se destacaba la esencia ética de este gigante alemán cultivada durante la turbulenta época que le tocó vivir entre las dos grandes guerras del siglo XX.

 

Lo más importante de las numerosas experiencias desde el ejercicio de la alcaldía de Colonia (1917-1923) hasta el desempeño como primer canciller de la flamante República Federal de Alemania (1949-1963), fue la austeridad cotideana de Adenauer que explica su liderazgo en la historia. Por ejemplo, prescindir de auto oficial y trasladarse en tranvía, almorzar casi a diario con los trabajadores que reconstruían Berlín devastada por los bombardeos aliados 1940-1945 y exhibirse durante muchos años con la misma ropa.

 

Adenauer subrayó mi comprensión y admiración por la figura de Victor Raúl Haya de la Torre quien, al asumir la presidencia de la Asamblea Constituyente peruana en 1979 (año de tremenda debacle económica), dispuso cobrar apenas un Sol como emolumento, usar su propio auto (en realidad, obsequiado por sus compañeros apristas años antes) para desplazarse hacia el Congreso y anular todo gasto superfluo a costa del presupuesto parlamentario como las tazas de café que consumían los asambleístas en el hemiciclo durante las prolongadas sesiones plenarias.

 

Con el tiempo, sumé mi respeto hacia otras personalidades de talla mundial caracterizadas por limitarse escrupulosamente en el uso del erario público. Por ejemplo Angela Merckel, también canciller de Alemania, quien durante el largo periodo de su tarea oficial y pese a corresponderle una residencia en la misma Cancillería, nunca abandonó el pequeño departamento que habitaba junto a su esposo. O el presidente uruguayo José Mujica, siempre en su chacra de una zona rural de Montevideo y manejando el ya célebre y destartalado Wolkswagen celeste de placa SAO-1653.

 

A la luz de estos paradigmas, ¿qué debemos pensar de los actuales congresistas nacionales disponiendo de sueldo, gratificación, bono y aguinaldo en una severa etapa de recesión económica, siendo dueños de un desprestigio sin parangón en todo el periodo republicano, compartiendo privilegios y diferenciándose solo hasta el límite de la supervivencia? ¿Es posible aceptarles esta inaudita cobertura particular de sus intereses mientras miles de ancianos se calcinan al sol del naciente verano haciendo largas filas para indagar por la devolución de sus aportes al Fondo Nacional de Vivienda (FONAVI)?

 

Nuestro elenco político ha tocado fondo en el colapso moral que caracteriza todo periodo histórico signado por crisis económica, sanitaria e institucional como las que padecemos. Dentro de 30 años y más, en el repaso de lo ocurrido, nadie comprenderá porqué toleramos tanta degradación de los principios.

 

Pero también resulta posible que esa tolerancia termine antes de lo imaginado. El Congreso abre todos los días la rendija por donde la indignación popular pueda penetrar no de manera cívica o épica, sino sangrienta y compulsiva.

 

Quedan advertidos quienes apostaron por una feliz navidad y muy próspero año nuevo con recursos públicos en tiempos de vacas flacas y moribundas.

 

 

 

Fuente: CanalB

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