La minería ilegal ha dejado una cicatriz imborrable en Madre de Dios, devastando 240 kilómetros cuadrados de bosques en un solo año, un área comparable a toda Lima Metropolitana. Esta región se ha convertido en la tercera más afectada por la deforestación en el Perú, principalmente debido a la explotación ilegal de oro, que ha evolucionado en un poderoso sistema criminal.

El impacto de esta devastación es visible desde el espacio y refleja una realidad alarmante que ha sido ignorada por décadas. La falta de acciones efectivas por parte de las autoridades ha permitido que esta actividad continúe arrasando con los bosques amazónicos, poniendo en riesgo no solo el ecosistema, sino también el futuro del país.

"Es imposible que alguna autoridad se sorprenda realmente del inmenso daño ya irreversible permitido durante décadas por gobiernos y gobernantes", comentó un experto en medio ambiente. La minería ilegal, además de destruir vastas extensiones de selva, también contribuye a la contaminación de los ríos y la pérdida de biodiversidad, afectando a las comunidades locales y sus medios de vida.

A pesar de la gravedad de la situación, no se vislumbran soluciones reales a corto plazo. La falta de voluntad política y la complicidad de algunos sectores han perpetuado este problema, haciendo que cualquier intento de regular o erradicar la minería ilegal se quede en promesas vacías. El país ha regalado su futuro, como si no existieran consecuencias, a vista y paciencia de todos.