Política

El poder oculto al descubierto, Ernesto Álvarez Miranda

Publicado el 13 de febrero de 2024

Por Ernesto Álvarez Miranda, publicado en Expreso

 

Hace varias décadas, los onegeístas de izquierda se propusieron infiltrar al Poder Judicial y al Ministerio Público, porque entendieron que, en un país desinformado y divorciado de la política, la instrumentalización de la Justicia podía darles un poder inmenso, tanto para proteger a sus aliados como para destruir a sus adversarios. Así, comenzaron por participar activamente en los procesos de nombramiento y ratificación de jueces y fiscales, como entidades de la “sociedad civil”, haciendo gala de imparcialidad y de superioridad moral; agregaron a ello la famosa “capacitación”, convenientemente financiada con la Cooperación Internacional de la que se niegan a rendir cuentas; en sus acertados cálculos, un viajecito íntegramente pagado a Cartagena de Indias o a Santa Cruz de la Sierra, cerraba un pacto de amistad entre el humilde operador del Derecho y la generosa ONG. De esa forma, cuando la misma ONG participaba en procesos judiciales denunciando a militares y policías por presuntos hechos delictivos, los jueces y fiscales previamente beneficiados y adoctrinados, ya se sentían comprometidos con una de las partes.


Pero no era suficiente para dominar los procesos de decisión política. Había que destruir a los partidos políticos y reemplazarlos por fabricados líderes de opinión en la TV. Para eso, había que judicializar la política, tarea difícil pues requería un mayor control de jueces y fiscales. Se desplegó entonces una estrategia que comenzó con la inclusión de los teléfonos de los jueces supremos en el espionaje legal, realizado en investigaciones absolutamente ajenas, y continuó con el sistemático amedrentamiento de funcionarios, desprestigiando a cualquiera que se negara a seguir la pauta que provenía de la ONG más poderosa del país. Contralores, ex candidatos, congresistas, jueces, generales, fiscales, procuradores, iban cayendo triturados por la maquinaria que, a medida que ocupaba los espacios propios de los antiguos partidos políticos, se volvía más fuerte e intocable, hasta convertirse en la organización dominante en la política peruana.

 

Las declaraciones del colaborador Villanueva, el mismo cuyo único testimonio sirvió para que la JNJ suspendiera ipso facto a la Fiscal de la Nación, acaba de corroborar lo que la mayoría de peruanos intuíamos, la segura manipulación de las instituciones, antes destinadas a actuar con imparcialidad en procura de administrar justicia. Hasta hoy, el país no reacciona frente a la magnitud de lo revelado. Una sociedad adormecida por medios de comunicación parcializados, no es capaz de indignarse ante el evidente dominio inconstitucional y antidemocrático de una ONG sobre los resortes del poder político en el Perú. Es momento de trazar una línea con la espada de Pizarro: por allí, el silencio cobarde que nos convertirá en miserables, por allá, la lucha valiente que nos devolverá el Estado de derecho y el honor.

 

 

 

Fuente: CanalB

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