Opinión

Revolución conservadora o segunda prosperidad falaz, elijamos; por Juan Carlos Llosa Pazos

Publicado el 12 de marzo de 2025

Por Juan Carlos Llosa Pazos, Contralmirante de la Reserva Naval
Publicado en Expreso

 

Desde antes que estudiase la maestría en ciencia política en la PUCP en el año 2003, me interesó el pensamiento conservador y la artificialmente llamada derecha peruana, la que considero que aún es una utopía o en el mejor de los casos una tarea pendiente. Siguiendo esta motivación, el 2019 participé como expositor, junto con Francisco Tudela, Fernán Altuve y Eduardo Hernando Nieto en un evento académico titulado “Trayectoria del conservatismo peruano, siglos XIX al XXI”, que tuvo como figura central a don José de la Riva Agüero y Osma, el gran peruanista cuyo legado es tan poco cultivado en el campus del cual fue su principal benefactor.


Tras 25 años de ininterrumpida supremacía en lo político de una izquierda liberal, cosmopolita y apartidaría que convive cómodamente con un modelo económico que no es exclusivo de las derechas -como fue el caso de Chile con Lagos y Bachelet en los mejores momentos de la Concertación, así como no lo fue el estado de bienestar keynesiano de las socialdemocracias europeas durante la Guerra Fria- estamos llegando a un punto culminante. Salvo honrosas excepciones, los tímidos opositores al liderazgo de esa izquierda cosmopolita, a la que se le moteja de caviar, se han manifestado en torno a un común denominador: la política debía subordinarse a la economía apelando a un poco realista “milagro peruano” y otras ingenuidades más. Grave error. Resultado: un mequetrefe marxista de kindergarten en la presidencia de la Republica.


Ha llegado entonces el momento de revitalizar nuestro patriotismo. Es época propicia para emprender una revolución conservadora inspirada en la filosofía política que opone el realismo al idealismo voluntarista que recusa el pasado y las fuentes primarias de nuestra nacionalidad, Dios, Patria y Familia. Ese idealismo disociador, ha alimentado por generaciones a los revolucionarios jacobinos, a la izquierda liberal –o socioliberalismo en la tradición benthamiana–, a los socialismos utópico, científico, real, fascista y demócrata hasta el neomarxismo de Gramsci y su disruptiva formula de búsqueda de la hegemonía cultural. En nuestro medio, como en otros, a esta izquierda le viene siendo cómplice la ignorancia, el esnobismo y la frivolidad que ha logrado asentarse en sectores elevados de la sociedad (el mercenarismo de PPK para más señas), tontos útiles en la lógica leninista (“los que producen la soga con la que serán ahorcados”).


Inspirados en las enseñanzas y virtudes de nuestros grandes filósofos conservadores, Bartolomé Herrera, Riva Agüero, Víctor Andrés Belaunde; es decir culto a la heredad, a la libertad, a la solidaridad cristiana y a la práctica de la realpolitick y de la razón de estado; uno de los objetivos de esa revolución deberá ser que aquellos compatriotas, que en los últimos tiempo han perdido la fe en nuestro país, vuelvan a creer en el Perú y en su futuro promisorio. Ya es tiempo de que ciertos sectores entiendan que el deseado éxito del país, jamás será producto exclusivo de tasas de interés o rentabilidad per capita o de lo que decida la tecnocracia del BCR o del MEF, sin duda muy competente e indispensable, pero lejos de ser suficiente.


Ha llegado el momento de romper el pacto infame de hablar a media voz, como diría González Prada, y de asumir el coraje que demanda oponerse con vigor a la tiranía de la corrección política mundialista, con ello nos liberaremos de una vez por todas de la influencia perversa de la izquierda cosmopolita y del marxismo cultural que ya aflora en el Perú. Esa es la base para vencer a la corrupción, a la violencia de las organizaciones terroristas remanentes y de las transnacionales, a la manipulación política y al empleo perverso de la administración de justicia y de paso dar termino a la persecución contra quienes nos libraron del terror del comunismo criminal, muchos de ellos convertidos en presos políticos, en plena vigencia del estado de derecho.


Solo una revolución conservadora podrá hacer prevalecer y sostener eficazmente el sistema democrático, sostenido en nuestras tradiciones, identidad diversa y en la idea de familia tal como la hemos conocido siempre. Con ello se podrá evitar que estos tiempos de desconcierto, de agendas progresistas y de espejismos economicistas, encuentren su epilogo en una segunda prosperidad falaz.

 

 

 

 

Fuente: CanalB

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