Por Óscar Becerra Tresierra, publicado en Expreso
Hace unos días, una amiga preocupada por el futuro de sus tres hijos en edad escolar me preguntaba qué les depara el futuro una vez que terminen la secundaria y universidad. Reflexionaba sobre la única opción que parece razonable: emigrar. Sin embargo, ¿por qué deberían ir a otro país para cumplir con sus leyes y contribuir a su grandeza? ¿Es imposible lograrlo aquí?
La respuesta es conocida, aunque nos resistimos a aceptarla: en nuestra sociedad, nadie parece respetar las normas. Como decían nuestros abuelos, de rey a paje todos se burlan de las leyes vigentes. Vemos a un sujeto como Martín Vizcarra haciendo política pese a los cargos que pesan en su contra; a Antauro Humala, en campaña pese a haber sido declarado culpable por la muerte de policías en Andahuaylas; o a Francisco Sagasti, el mismo que le abrió las puertas de Palacio de Gobierno al corrupto Bruno Pacheco (el que tenía 20 mil dólares en un baño de la Casa de Pizarro) presentarse como un político decente.
Debemos admitir que los electores somos responsables de lo que sucede en el país. Nosotros elegimos a Vizcarra y a Sagasti para que desde ese lugar saltaran al poder sin escrúpulos y llevaran al Perú al caos social y político de hoy. Y seremos también responsables si Antauro, un extremista del resentimiento social, ocupa algún espacio de poder para desde allí hacerse del gobierno del país.
Cuando un político te roba, no eres víctima, eres cómplice. Todos los días vemos a conductores violar las normas de tránsito y a vecinos honorables (en apariencia) burlarse de las normas elementales de convivencia. Hace unos días los vecinos de Rinconada del Lago se quejaban del pésimo ejemplo que dan los padres de familia de un prestigioso colegio privado al emborracharse en la vía pública a solo unas cuadras del colegio donde estudian sus hijos.
¿Es responsabilidad de Keiko Fujimori? ¿De Gustavo Gorriti? ¡No! Es tristemente una muestra de lo que somos en nuestro país, pero habrá que ver a esos mismos infractores en Miami, respetando las normas escrupulosamente y viviendo como personas decentes.
Hoy estamos al borde de repetir la misma historia. Una vez más, los representantes de la costra purulenta de la política, sinónimos de corrupción y decadencia, están en campaña política.
Es probable que lleguemos al 16 de julio con no menos de cuarenta partidos políticos y una cantidad similar de candidatos presidenciales. Una vez más, estos individuos se relamen ante la oportunidad de utilizar el dinero robado a los ciudadanos para financiar campañas millonarias con las que nos engañarán, una vez más. La llamada “costra caviar”, la peor de todas, ya está avivando el odio hacia Keiko Fujimori. Un ejemplo patético es el de un ex ministro del Interior del corrupto Alejandro Toledo, quien cedió su curul para que Salvador del Solar iniciara el golpe de Estado con el que Martín Vizcarra cerró el Congreso para hacer lo que se le viniera en gana durante cerca de un año con Decretos de Urgencia. Ese mismo sujeto se presenta hoy como un nuevo valor en la política peruana. Realmente repugnante.
La derecha y el centro tampoco se quedan atrás, con tres o cuatro candidatos más preocupados por sus propios intereses que por el bienestar del país, iniciando campañas quizás financiadas por el dinero de algún interesado en medrar en el futuro o por los saldos de sus propias trapacerías en algún puesto público donde habrán jugado con la salud o la educación del pueblo del que ahora se burlan descaradamente.
¿No es hora de decir ¡basta ya!? Es hora de deshacernos de esa costra purulenta que cubre la podredumbre que nos está consumiendo. Despierta, peruano. Si podemos respetar y cumplir las leyes para contribuir al éxito de otros países, ¿por qué no podemos hacerlo aquí mismo? La responsabilidad recae en nosotros. Recordemos que, en las últimas elecciones generales, excluyendo a Keiko Fujimori, López Aliaga, De Soto, Acuña y hasta el impresentable Lescano, los candidatos de la llamada “derecha” obtuvieron, sumados, más del 35% de los votos, el doble que Castillo y el triple que Keiko. Y, aun así, Castillo resultó electo. Algo inaceptable y una afrenta a nuestro país.
Digamos ¡basta ya! a esta costra asquerosa y erradiquémosla de una vez por todas, aunque duela. Es un paso extremadamente necesario si queremos liberarnos de estos desastrosos líderes. Está en nuestras manos, sino seguiremos en manos de adefesios impresentables.
Fuente: CanalB
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