Opinión

La costra purulenta de la política peruana, por Óscar Becerra Tresierra

Publicado el 16 de abril de 2024

Por Óscar Becerra Tresierra, publicado en Expreso

 

Ha llegado el momento de identificar al enemigo. En Argentina, Javier Milei lo llama “La Casta” y en los Estados Unidos de América, Donald Trump mencionaba la necesidad de “drenar el pantano”. ¿Cuál sería la mejor definición de nuestro enemigo? Creo que ambos términos son insuficientes. Nuestra clase política dominante se parece más a una costra purulenta: dura por fuera, dolorosa de remover, pero esconde la podredumbre de manera que el organismo se va descomponiendo hasta terminar en una septicemia que lo destruye.

 

La costra caviar es la peor de todas porque muestra hipocresía y falta de integridad moral. Se presenta como respetable y honorable, pero es sinónimo de corrupción y deshonestidad. Se parece a los sepulcros blanqueados del Evangelio. Pensemos en los “mochasueldos” y los “comepollos” o en la ex alcaldesa de Lima, Susana Villarán, quien aparentó toda su vida ser defensora de los pobres y al final entregó los peajes de Lima a la corrupción brasilera y perjudicó a los habitantes de distritos populosos como Puente Piedra.

 

Es urgente identificar y enfrentar al enemigo representado por la “costra purulenta” que corroe el tejido social y económico del país. Esta metáfora visualiza de manera impactante la corrupción y la decadencia moral de una sociedad donde todo el que puede se enriquece a expensas del sufrimiento y la explotación del otro.


La referencia a la “costra caviar” resalta la desconexión entre la apariencia de lujo y opulencia que proyecta la clase dominante y la realidad de su comportamiento corrupto y éticamente cuestionable. El término “caviar” evoca imágenes de sofisticación y privilegio, sugiriendo una élite que se considera a sí misma como superior y refinada. Sin embargo, al calificar a esta élite como una “costra”, subrayamos la idea de que su apariencia de sofisticación y prestigio es superficial y oculta una realidad desagradable y corrupta.

 

La comparación con los “sepulcros blanqueados” del Evangelio añade una dimensión moral y religiosa a la crítica, muy valiosa en una sociedad mayoritariamente creyente como la nuestra. En el Evangelio, Jesús denuncia a los fariseos por su hipocresía al compararlos con sepulcros blanqueados, que por fuera lucen limpios y pulidos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y podredumbre.

 

El ejemplo más reciente de “la costra” en acción es la reciente ley aprobada en el Congreso para que unos tres mil profesores que se rehúsan a ser evaluados, o simplemente no han aprobado la evaluación, pasen a integrar las filas de los maestros en la Carrera Pública Magisterial (CPM) a la que solo se debe ingresar por concurso y méritos. Pueden ser pocos, pero el daño será grande. Si tenemos en cuenta que cada profesor tendrá a su cargo a un promedio de 35 niños y estimamos que trabajarán al menos diez años, tenemos la escalofriante cifra de un millón cincuenta mil niños con sus futuros arruinados por el único delito de ser pobres y depender del estado para recibir una educación que va de mal en peor.


La incorporación de miles de docentes que no cumplen los estándares mínimos para ser parte de la CPM es un claro ejemplo de cómo la “costra purulenta” opera en la sociedad peruana. Esta medida representa un retroceso en los esfuerzos por mejorar la calidad de la educación y garantizar que los docentes estén calificados y comprometidos con su labor educativa.

 

La decisión de integrar a estos profesores a la CPM, que fue diseñada para premiar el mérito y estimular la competencia, socava los principios de meritocracia y calidad educativa. Al permitir que docentes no evaluados o que no han pasado las evaluaciones ocupen cargos en la educación pública, se pone en riesgo la formación y el futuro de miles de niños y jóvenes peruanos.

 

En última instancia, esta medida refleja la falta de voluntad política y el clientelismo que caracterizan a la “costra purulenta” en el sistema educativo peruano. En lugar de priorizar la excelencia y la equidad en la educación, se privilegian intereses políticos y se perpetúa un sistema injusto que condena a los niños más vulnerables a un futuro incierto y en desigualdad de condiciones.


Es fundamental que la sociedad peruana se una en contra de estas prácticas corruptas y exija un sistema educativo basado en el mérito, la calidad y la equidad. Solo así se podrá erradicar la “costra purulenta” que corroe las bases de la educación y el desarrollo del país.

 

 

 

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