Opinión

¿Quién controla a los controladores?, por Carlos E. Gálvez Pinillos

Publicado el 06 de mayo de 2024

Cuando más es menos
¿Quién controla a los controladores?

 

Por Carlos E. Gálvez Pinillos, expresidente de la SNMPE
 

Esta es una pregunta recurrente a lo largo de la historia universal. En todo tiempo y lugar, ahí donde no se trata del negocio personal, donde el interés superlativo del propietario es: (i) El más claro objetivo. (ii) La mejor estrategia. (iii) El mejor plan de acción. (iv) Reclutar al mejor equipo, técnico y moral. (v) La mejor toma de decisiones para ejecutar la “hoja de ruta”. (vi) Verificación del cumplimiento de los indicadores clave. (vii) Logro. Tarea que realiza y verifica el propietario o su directorio, de ser el caso.

 

Lamentablemente, cuando se trata de la cosa pública, bien sea un gobierno, en cualquiera de sus estamentos o una empresa pública, el problema es el mismo. Nadie define la visión, la misión y los objetivos adecuados, peor aún, quién y cómo reclutan a los equipos de trabajo, quién define la calidad técnica y su idoneidad ética y moral. Sin duda que, no desarrollarán una hoja de ruta y, para hacer la verificación de cumplimiento de los indicadores clave, se crearán múltiples organismos de control, quienes a su vez se ocuparán de crear una multiplicidad de requisitos formales, pero ninguno debidamente orientado al logro.

 

Por otro lado, los estamentos de control se multiplican. Las entidades tienen órganos de control interno, el país tiene una Contraloría General de la República, los congresistas dicen que fiscalizan, la fiscalía también dice que lo hace, a los gobiernos regionales y locales no los controla nadie, mientras múltiples entidades cuentan a su vez con “inspectorías” y, así, nos vamos llenando de burocracia llena de chalequitos multicolores, a cada cual más autónomo y arrogante. Ciertamente, ninguno crea valor, pero todos se llenan de informes que resaltan que no se haya cumplido con la cláusula X, Y o Z del reglamento creado por un burócrata para justificar su permanencia en el puesto.

 

Al cabo de toda esta “laboriosa ociosidad”, se puede verificar que se les ha escapado la tortuga a todos, sin excepción. Ya estamos cansados todos los peruanos, de recibir el reporte anual de la Contraloría, que indica, que el Perú viene perdiendo S/ 25 mil millones al año por corrupción (hecho que se repite desde hace varios años). Y la pregunta que se cae de madura es: ¿Y qué han hecho para impedir ese robo sistemático?

 

Ahora, el “perro sin dueño”, que es el Estado, ha apelado a lo que denominan “control concurrente”. A estas alturas, ya no sé si el remedio es más caro que la enfermedad, puesto que, por este mecanismo, la Contraloría se ha convertido en la protectora de los que NO TOMAN decisiones y en el azote de quienes lo hagan. Resulta que, ahora, la Contraloría opina también sobre temas técnicos, nadie defiende la decisión más económica para resolver un impasse, todos prefieren las soluciones más baratas o no pronunciarse sobre el tema.

 

El problema principal, es que ya llevamos paralizados más de 1,800 proyectos por más de S/ 24 mil millones. Lo curioso es, que la Contraloría pareciera no visitar a las municipalidades, donde se concentra el 73.6% de las obras paralizadas. Pareciera también, que no revisan la pertinencia de las obras propuestas, ni los expedientes técnicos para su ejecución, sin caer en cuenta que, ese es el motivo fundamental de esta corrupción masiva. Lo mismo debemos decir de la corrupción en gobiernos regionales, donde se concentra más del 35% del valor de proyectos paralizados del total nacional.

 

Desde el año 2013 sentimos una progresiva y asfixiante parálisis en nuestra economía, una creciente inamovilidad del aparato productivo, una manía por los trámites y permisos, pero de avance, nada. Luego de la caída del PIB del 2023, prevemos un rebote que nos llevaría a 2.5% de crecimiento. Pero debemos ser claros que, sin ser negativo, esto no sirve para nada.

 

Todos hemos aprendido que el 20% de los problemas, resultan en el 80% de las consecuencias negativas. Por esto, debemos concentrar nuestros esfuerzos en:

  • Identificar la pertinencia de los proyectos: No se debe construir monumentos ni edificios allí donde no tengan agua potable de calidad, redes de desagüe y plantas de tratamiento de aguas residuales.
  • No se debe permitir asignación presupuestal, ni inicio de obras, allí donde no se cuente con un expediente técnico adecuado y de calidad técnica certificada.
  • Dada la falta de centros educativos y puestos de salud, estandarizar los planos de estos y otorgarlos en paquete, para su ejecución masiva y con costos fácilmente controlables.


En efecto, el mejor control consiste en reducir los elementos a ser controlados. Cuanto más clara nuestra hoja de ruta, más estandarizados los proyectos, menos discrecionalidad burocrática, más sencilla, efectiva y barata será la actividad de control.

 

Por todo esto, no puedo terminar sin volver a preguntarle al Contralor: ¿Qué ha hecho hasta ahora para reducir esa corrupción? A decir de los resultados por usted reportados, no ha hecho nada y, ciertamente no merece estar en el cargo, ni mantener la frondosa burocracia que parasita bajo su manto.

 

La Contraloría también debería ser sujeto de una buena purga y cumplir metas cuantificadas de reducción de pérdidas por corrupción.

 

 

 

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